Barcelona avanza con paso firme para consolidarse como el gran motor de la innovación en el sur de Europa. Con un tejido empresarial cada vez más consciente de la necesidad de reinventarse, la capital catalana y su entorno están logrando posicionarse como un ecosistema donde la tecnología, el talento y la colaboración público-privada se combinan para generar un crecimiento sostenible y competitivo.
La innovación ya no es una opción, sino una condición indispensable para el progreso económico. Según el Barómetro de Innovación de Acció, seis de cada diez empresas catalanas han implementado medidas para mejorar sus productos o procesos. “El crecimiento y la internacionalización de una empresa dependen directamente de su capacidad de innovar”, afirma Jordi Aguasca, CEO de Secartys y exdirector de Innovación de Acció.
Para Aguasca, innovar significa aportar valor de forma sostenible: “Se trata de mejorar lo que haces para mantenerte competitivo en un entorno global cambiante e incierto”.
El impulso innovador catalán se refleja en distintos ámbitos empresariales. Un 64% de las compañías apuesta por la innovación en productos, un 60% en sistemas de información y comunicación, y un 33% en procesos productivos. La inteligencia artificial, la ciberseguridad y la robótica se han convertido en los tres pilares de la transformación del tejido industrial catalán.
La industria 4.0 es otro de los grandes catalizadores. En la actualidad, unas 1.500 empresas catalanas emplean herramientas digitales avanzadas, un 30% más que en 2021. Este grupo factura en conjunto más de 7.200 millones de euros y da empleo a 37.000 profesionales.
En este contexto, el DFactory Barcelona, impulsado por el Consorcio de la Zona Franca (CZFB), se ha erigido como epicentro de esta revolución. Este hub tecnológico integra empresas y proyectos enfocados en la digitalización industrial, desde la impresión 3D hasta la robótica avanzada. Su expansión, que llevará sus instalaciones de 17.000 a 60.000 metros cuadrados en 2026, simboliza la ambición de convertir a Barcelona en referente global.
“El DFactory crea un ecosistema que genera talento, oportunidades y conectividad”, destaca Pere Navarro, delegado especial del Estado en el CZFB.
Barcelona también cuenta con una red de instituciones científicas de primer nivel que fortalecen su posición: el Sincrotrón Alba, el Institut de Ciències Fotòniques (ICFO) y el Barcelona Supercomputing Center (BSC), que albergará una de las nueve fábricas europeas de inteligencia artificial. Estas infraestructuras, abiertas a la colaboración con empresas, impulsan la transferencia tecnológica y el desarrollo de proyectos innovadores.
El Regional Innovation Scoreboard 2025 de la Comisión Europea reconoce a Catalunya como Strong Innovator, con 110 puntos sobre la media europea. Este logro sitúa a la región entre las más dinámicas del continente, gracias a estrategias como el Tridente Innovador, que reúne proyectos en chips de alto rendimiento (Innofab), supercomputación (DARE) y fotónica (PixEurope).
A pesar del dinamismo, la transferencia de innovación hacia las empresas todavía enfrenta obstáculos. La principal barrera es la financiación, especialmente entre las microempresas, que representan el 95% del tejido empresarial catalán. Las compañías más jóvenes lideran la innovación (80% de las menores de nueve años), mientras que en las más veteranas la cifra desciende al 64%.
Para mantener el liderazgo, Aguasca considera fundamental articular políticas que incentiven la innovación mediante ayudas fiscales, compras públicas y marcos regulatorios adaptados. El reto, explica, “es sincronizar el ritmo de la innovación tecnológica con la capacidad real de las empresas para adoptarla”.
El capital humano es otro de los pilares de esta transformación. Universidades, escuelas de negocios y centros tecnológicos como Eurecat y Leitat desempeñan un papel esencial en la transferencia de conocimiento hacia la empresa. Su labor es clave para que la innovación deje de ser patrimonio de las grandes corporaciones y llegue también a pymes y comercios locales.
Catalunya, con Barcelona a la cabeza, se encuentra en plena carrera por liderar la nueva economía del conocimiento. Un liderazgo que no se mide solo por la cantidad de tecnología desarrollada, sino por la capacidad de convertir esa innovación en valor, empleo y bienestar para toda la sociedad.
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